¿Es el autor lo mismo que el narrador? Si el narrador se dirige a Vuestra Merced, ¿me tengo que dar por aludido/a? ¿Cuántos niveles narrativos puede haber en una historia?
Antes de nada, muchísimas gracias por todo el apoyo que estoy recibiendo: ¡en Instagram ya somos 600! Y además me ha hecho mucha ilusión comprobar que la entrada del Romanticismo ha gustado mucho, por lo que entiendo que la teoría de la literatura es interesante para... ¿ti? ¿Vosotros/as? Espera, ¿con quién estoy hablando realmente? ¿A quién se dirige un texto? ¿Y quién lo escribe?
Pues en este caso responder esas preguntas es muy fácil, porque en este blog, como no es ficción, podemos identificar a la autora con la narradora, y al lector, que eres tú (o vosotros/as) con el lector para el que yo escribo. Pero podría no ser así. Podría haber decidido crear un alter ego que fuera la meiga y hablar en su nombre, y entonces yo (Ana) pasaría a ser solo la autora, mientras que la narradora sería un ser ficticio (la meiga). Y la meiga podría estar escribiendo para un lector específico, un joven aprendiz de brujo, por ejemplo, y entonces tú ya no serías tú, porque el lector real y el lector implícito ya no serían el mismo: tú serías real, pero no te identificas con el lector de dentro de la ficción.
Esto puede sonar un poco raro al principio, pero es como cuando se dice que separes al autor de su obra. De hecho, deberíamos hacer eso siempre, ya que (en mi opinión) un buen autor es aquel cuya voz no se oye dentro de la novela. Es decir, un autor capaz de crear diferentes voces para distintos narradores que no se identifiquen consigo mismo. Por eso, el autor y el narrador no son lo mismo. Y por la misma razón, el lector y el receptor tampoco lo son.
Ahora que esta parte ha quedado clara, vamos a complicarlo un poco y a hacerlo más interesante.
Algo que me apasiona en una obra de ficción es que el autor juegue con distintos niveles narrativos, me parece muy original y divertido porque sirve para muchas cosas. Por ejemplo, para engañar al lector. Porque, ¿qué pasa si yo tengo a mi narrador en tercera persona, omnisciente y totalmente fiable, y de repente un personaje secundario que es un mentiroso compulsivo acapara la narración durante veinte páginas contando batallitas de las que no te puedes fiar? Pues lo que pasa es que se ha colado otro nivel narrativo en el que ha habido un nuevo narrador que quizá esté engañando al lector y a los personajes, y una vez acabe su marco el narrador principal retomará la historia y el lector volverá a la normalidad.
Y ahora estás pensando: Ana, eso es muy guay, ¿pero eso pasa? ¿Puede el autor engañarme con sus niveles narrativos como si fuera una tela de araña? Pues sí, eso pasa, pero quizás no le hayas dado importancia, así que aquí estoy yo para ponerte ejemplos.
Primer ejemplo: Frankenstein. Después de la entrada del Romanticismo y también del libro que acabo de terminar (El Efecto Frankenstein, del que habrá reseña en unos días), tenía que hablar de este libro.
Para empezar, la novela no tiene forma de novela tradicional, sino que es una novela epistolar, es decir, que está narrada en forma de cartas. En ellas, Robert Walton escribe a su hermana Margaret Saville sobre sus andanzas por el Polo Norte y también sobre su encuentro con Víctor Frankenstein. Dentro de este marco narrativo, Frankenstein inicia su narración, en la que le cuenta a Robert la historia de su vida, la creación del famoso monstruo y su huida hasta el Polo Norte. Y dentro de la narración de Frankenstein cuenta un encuentro con el monstruo, en el que este le relata durante varios capítulos la historia de su propia existencia y lo que ha hecho. También en la narración de Frankenstein aparecen cartas, en las que añadimos un marco nuevo. Finalmente la narración de Víctor termina y volvemos a la carta de Robert a Margaret, en la que relata el final de la historia, que no cuento para no hacer spoilers. A ver si así queda más claro:
Segundo ejemplo: El Nombre del Viento. Esta vez en vez de un clásico elijo un best-seller, por el bien de la variedad. Y es que este libro no solo es buenísimo, sino que juega con los niveles narrativos de una manera muy particular. Porque, ¿cómo vas a fiarte de un narrador que es un fanfarrón, que supuestamente lo hace todo bien, y que sabes que es un gran mentiroso y que oculta secretos? Pues no puedes fiarte, te toca leer y desconfiar.
Vamos a analizarlo: en el primer nivel, como siempre, tenemos al autor real y al lector real (Patrick Rothfuss y tú). En el segundo, ya dentro de la historia, tenemos un narrador en tercera persona, omnisciente, que va a contar una versión fidedigna de los hechos. Pero el más importante es el siguiente nivel, en el que el protagonista, Kvothe, se pone a contar su historia a un cronista que va a escribir su narración palabra por palabra. Además, dentro de este marco tenemos otros más pequeños, como personajes secundarios contando otras historias. El esquema se quedaría como el de Frankenstein menos por el detalle de que aquí tenemos un narrador externo. La tercera persona suele implicar veracidad, pero ya hemos visto que solo es un truco para meterte después a uno de los narradores menos fiables de la literatura, que literalmente reconoce que cuenta su versión de los hechos de la manera que quiere. Me parece un uso brillante de esta técnica, porque Rothfuss podría haber elegido solamente al narrador en primera persona y no complicarse, pero decidió hacerlo más complejo y mucho más interesante.
Podría poner más, pero creo que la entrada está quedando larga y además me gustaría leer vuestros comentarios con los ejemplos que se os ocurran. Si esta entrada recibe apoyo seguiré trayendo contenido de teoría de la literatura, que tengo para rato. Mientras tanto, nos leemos en la próxima entrada, que será la reseña de El Efecto Frankenstein (os juro que no tenía intención de hablar tantísimo de Frankenstein en este blog).
¡Hasta la próxima!