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miércoles, 12 de mayo de 2021

Autor, narrador, lector... hablemos de niveles narrativos

 ¿Es el autor lo mismo que el narrador? Si el narrador se dirige a Vuestra Merced, ¿me tengo que dar por aludido/a? ¿Cuántos niveles narrativos puede haber en una historia?

Antes de nada, muchísimas gracias por todo el apoyo que estoy recibiendo: ¡en Instagram ya somos 600! Y además me ha hecho mucha ilusión comprobar que la entrada del Romanticismo ha gustado mucho, por lo que entiendo que la teoría de la literatura es interesante para... ¿ti? ¿Vosotros/as? Espera, ¿con quién estoy hablando realmente? ¿A quién se dirige un texto? ¿Y quién lo escribe?

Pues en este caso responder esas preguntas es muy fácil, porque en este blog, como no es ficción, podemos identificar a la autora con la narradora, y al lector, que eres tú (o vosotros/as) con el lector para el que yo escribo. Pero podría no ser así. Podría haber decidido crear un alter ego que fuera la meiga y hablar en su nombre, y entonces yo (Ana) pasaría a ser solo la autora, mientras que la narradora sería un ser ficticio (la meiga). Y la meiga podría estar escribiendo para un lector específico, un joven aprendiz de brujo, por ejemplo, y entonces ya no serías , porque el lector real y el lector implícito ya no serían el mismo: tú serías real, pero no te identificas con el lector de dentro de la ficción. 

Esto puede sonar un poco raro al principio, pero es como cuando se dice que separes al autor de su obra. De hecho, deberíamos hacer eso siempre, ya que (en mi opinión) un buen autor es aquel cuya voz no se oye dentro de la novela. Es decir, un autor capaz de crear diferentes voces para distintos narradores que no se identifiquen consigo mismo. Por eso, el autor y el narrador no son lo mismo. Y por la misma razón, el lector y el receptor tampoco lo son. 

Ahora que esta parte ha quedado clara, vamos a complicarlo un poco y a hacerlo más interesante.

Algo que me apasiona en una obra de ficción es que el autor juegue con distintos niveles narrativos, me parece muy original y divertido porque sirve para muchas cosas. Por ejemplo, para engañar al lector. Porque, ¿qué pasa si yo tengo a mi narrador en tercera persona, omnisciente y totalmente fiable, y de repente un personaje secundario que es un mentiroso compulsivo acapara la narración durante veinte páginas contando batallitas de las que no te puedes fiar? Pues lo que pasa es que se ha colado otro nivel narrativo en el que ha habido un nuevo narrador que quizá esté engañando al lector y a los personajes, y una vez acabe su marco el narrador principal retomará la historia y el lector volverá a la normalidad.

Y ahora estás pensando: Ana, eso es muy guay, ¿pero eso pasa? ¿Puede el autor engañarme con sus niveles narrativos como si fuera una tela de araña? Pues sí, eso pasa, pero quizás no le hayas dado importancia, así que aquí estoy yo para ponerte ejemplos.

Primer ejemplo: Frankenstein. Después de la entrada del Romanticismo y también del libro que acabo de terminar (El Efecto Frankenstein, del que habrá reseña en unos días), tenía que hablar de este libro.

Para empezar, la novela no tiene forma de novela tradicional, sino que es una novela epistolar, es decir, que está narrada en forma de cartas. En ellas, Robert Walton  escribe a su hermana Margaret Saville sobre sus andanzas por el Polo Norte y también sobre su encuentro con Víctor Frankenstein. Dentro de este marco narrativo, Frankenstein inicia su narración, en la que le cuenta a Robert la historia de su vida, la creación del famoso monstruo y su huida hasta el Polo Norte. Y dentro de la narración de Frankenstein cuenta un encuentro con el monstruo, en el que este le relata durante varios capítulos la historia de su propia existencia y lo que ha hecho. También en la narración de Frankenstein aparecen cartas, en las que añadimos un marco nuevo. Finalmente la narración de Víctor termina y volvemos a la carta de Robert a Margaret, en la que relata el final de la historia, que no cuento para no hacer spoilers. A ver si así queda más claro:

Segundo ejemplo: El Nombre del Viento. Esta vez en vez de un clásico elijo un best-seller, por el bien de la variedad. Y es que este libro no solo es buenísimo, sino que juega con los niveles narrativos de una manera muy particular. Porque, ¿cómo vas a fiarte de un narrador que es un fanfarrón, que supuestamente lo hace todo bien, y que sabes que es un gran mentiroso y que oculta secretos? Pues no puedes fiarte, te toca leer y desconfiar.

Vamos a analizarlo: en el primer nivel, como siempre, tenemos al autor real y al lector real (Patrick Rothfuss y tú). En el segundo, ya dentro de la historia, tenemos un narrador en tercera persona, omnisciente, que va a contar una versión fidedigna de los hechos. Pero el más importante es el siguiente nivel, en el que el protagonista, Kvothe, se pone a contar su historia a un cronista que va a escribir su narración palabra por palabra. Además, dentro de este marco tenemos otros más pequeños, como personajes secundarios contando otras historias. El esquema se quedaría como el de Frankenstein menos por el detalle de que aquí tenemos un narrador externo. La tercera persona suele implicar veracidad, pero ya hemos visto que solo es un truco para meterte después a uno de los narradores menos fiables de la literatura, que literalmente reconoce que cuenta su versión de los hechos de la manera que quiere. Me parece un uso brillante de esta técnica, porque Rothfuss podría haber elegido solamente al narrador en primera persona y no complicarse, pero decidió hacerlo más complejo y mucho más interesante.

Podría poner más, pero creo que la entrada está quedando larga y además me gustaría leer vuestros comentarios con los ejemplos que se os ocurran. Si esta entrada recibe apoyo seguiré trayendo contenido de teoría de la literatura, que tengo para rato. Mientras tanto, nos leemos en la próxima entrada, que será la reseña de El Efecto Frankenstein (os juro que no tenía intención de hablar tantísimo de Frankenstein en este blog). 

¡Hasta la próxima!


domingo, 9 de mayo de 2021

Reseña: La Ciudad de las Sombras

 ¡Hola a todo el mundo! Hoy os traigo una reseña que tenía muchas ganas de hacer porque es el primer libro de una saga que tenía pendiente desde hacía mucho tiempo. Os presento... La Ciudad de las Sombras, primer libro de la trilogía Helena Lennox.

Datos:
  • Autora: Victoria Álvarez
  • Editorial: Nocturna
  • Páginas: 472
  • Género: aventuras
Sinopsis:

En 1923, Helena Lennox tiene diecisiete años y un único deseo: sustituir las calles de Londres por una vida de aventuras y excavaciones en tierras lejanas. En consecuencia, cuando sus padres se marchan a la India para investigar la desaparición de unos arqueólogos, ella decide acompañarlos… unos días después y a escondidas.

Son muchas las leyendas que circulan en torno a la ciudad fantasma de Bhangarh, pero Helena nunca ha creído en las supersticiones. No obstante, el príncipe Arshad de Jaipur (sí, ese que odia a los ingleses) le insiste en que se equivoca: Bhangarh está maldita y al anochecer, cuando el palacio real se tiñe de oscuridad, todo el que se adentra en sus muros desaparece sin dejar ni rastro.

En su recorrido por la exótica India de los años veinte, Helena se ve envuelta en una investigación en la que sólo una verdad parece salir constantemente a la luz: nadie regresa de la ciudad de las sombras.


Reseña:

Como ya adelanté en la anterior entrada, he disfrutado muchísimo este libro. Voy a dividir mis reseñas en trama, ambientación y personajes, porque me parecen los tres pilares fundamentales para hacer una novela. En este caso, Victoria hace bien los tres aspectos, pero uno destaca especialmente.

Victoria Álvarez me parece sin duda una de las mejores (para mí, la mejor) escritoras de literatura juvenil en España, y es por un aspecto en particular: el trabajo de documentación que hace para cada una de sus novelas. Ella es profesora de historia del arte en la Universidad de Salamanca, y eso se nota muchísimo. Sus descripciones de cualquier edificio son una delicia, hace que captes los detalles con gran facilidad, como si los estuvieras viendo con tus ojos, y a la vez no se hace pesado. Es decir, que es capaz de dejarte claros los detalles sin llegar a ser Tolkien usando diez páginas para describir un bosque (y menos mal). En esta obra, Victoria nos transporta a la India en los años 20, donde vivimos el ritmo frenético de las ciudades, la organización social, las supersticiones y la religión, la variedad de la comida,... en definitiva, nos invita a un viaje en el que conocemos una cultura totalmente diferente en contraposición con la de la familia Lennox, nuestros protagonistas.

La narradora y protagonista es Helena, una joven de diecisiete años que se ha criado entre Inglaterra y Egipto haciendo excavaciones con sus padres, arqueólogos. Y claro, ella quiere seguir viviendo aventuras con ellos y no soporta la idea de que la dejen en un internado mientras ellos se van a vivir aventuras a la India, así que... se escapa y los sigue. De repente, sin decir nada a nadie, sin pensar en nada. (No, no es un spoiler, está en la sinopsis.) Y ahora viene cuando tengo que decir mi opinión impopular: no soy la mayor fan de Helena. En general me cae bien, es una chica muy lista y en muchos aspectos la admiro, pero... también es imprudente, descarada, y tiene demasiada dependencia de sus padres. A ver, que sé que si no se hubiera escapado no habría libro, pero si tus padres te mandan a un internado en Suiza y tú decides escaparte desde Inglaterra a la India para seguir a tus padres siendo menor de edad... pues demasiado poco te pasa, la verdad. Pero no soy una hater, porque me parece listísima, curiosa, capaz de meterse en cualquier lío y luego salir de él... en definitiva, un personaje redondo, con sus imperfecciones y sus virtudes. Y sus padres, Lionel y Dora Lennox, son divertidos, carismáticos, aventureros, y tienen la moral un poco ambigua, lo que los hace muy interesantes. Me deja con ganas de leer más sobre las aventuras de esta familia, y también sobre Arshad. Él es un príncipe indio que no lleva muy bien la colonización de Inglaterra (comprensible) y no es un spoiler que hay química entre él y Helena. Habrá que ver cómo avanza lo de esos dos.

La trama me ha mantenido intrigada a medida que avanzaban las páginas, aunque es cierto que se me hizo un poco largo el tiempo que tardó Helena en llegar a la India y en empezar el auténtico argumento. Empieza muy bien, la presentación de los personajes y la trama es muy acertada, pero el ritmo me pareció un poco lento al principio. Eso sí, una vez empiezan a pasar cosas el argumento mantiene la tensión y la intriga hasta el final. Y qué final. Me pareció perfectamente planeado y ejecutado, aunque es cierto que me imaginé cual sería el desenlace, ya que es el cuarto libro de Victoria que leo y empiezo a conocer su modus operandi. Además escribe un final que, si bien no lo llamaría abierto, deja al lector con intriga y ganas de ir a por la siguiente parte.

Opinión final:

El libro ha cumplido mis expectativas, que eran altas, porque sigo mucho a Victoria y ya voy con la idea de que me va a gustar todo lo que escriba. No siento que sea su mejor libro, porque para mí Silverville y La Voz de Amunet son sus grandes obras (y tan grandes... sí te miro a ti, Amunet), pero sin duda no decepciona. Mi puntuación es de 4/5


¡Espero que os haya gustado! ¿Habéis leído la saga de Helena Lennox? Me encantaría leer vuestros comentarios. La próxima entrada será sobre algún tema literario, ya que la que hice sobre el Romanticismo parece que os gustó leerla casi tanto como a mí escribirla. ¡Hasta la próxima!

miércoles, 5 de mayo de 2021

¡Qué romántico!

 ¡Qué diferente es el concepto de lo romántico para cada persona! Para unos es que les regalen flores, para otros que les lleven el desayuno a la cama... y para otros es la nostalgia de tiempos pasados, la conciencia de la propia existencia, la melancolía, la originalidad y la imperfección de la obra inacabada... ah, que ese es otro concepto.

A veces envidio a los ingleses porque ellos usan la mayúscula también para los adjetivos. Me explico: si yo veo una pareja de la mano, diría "qué romántico", refiriéndome al amor, pero si veo el cuadro del "caminante sobre el mar de nubes" y digo que es romántico, habrá alguien que me mire como raro. ¡Pero es que es romántico! En inglés, el primer caso sería "romantic" y el segundo "Romantic". Y, sinceramente, yo sería más feliz si en español hiciéramos alguna distinción. Porque, ¿cómo explico yo que me encanta el Romanticismo sin especificar que va con mayúscula? ¿Que no es que me guste el amor, sino la angustia por la existencia del ser humano y el ambiente un poco tétrico? ¿Suena muy raro, o despierta tu interés?

Por si no entiendes de qué hablo, o tienes la asignatura de literatura del instituto un poco olvidada, te ayudo un poco. Pero te ayudo como me ayudó a mí mi profesor favorito, con ejemplos.















Vale, lluvia de ideas: Sentimiento de libertad. Temas mitológicos. Nostalgia por tiempos pasados. Nacionalismo. Individualismo. Subjetivismo. Rebeldía. Superstición. Pasión. El sentimiento sobre la razón. Imperfección.

Podría seguir, pero esto no es una clase de teoría, yo solo vengo a contar por qué el Romanticismo es el movimiento artístico más guay. Pertenece a la primera mitad del siglo XIX (1800 y pico, vaya), y aparece en Alemania, Francia e Inglaterra como una respuesta a la Ilustración y al Clasicismo, donde todo era muy recto y muy correcto, porque buscaban la perfección, la universalidad, el conocimiento, el imitar a los clásicos (especialmente la Antigua Grecia), lo filosófico... y claro, pasó lo que pasa siempre: apareció el movimiento contrario, lleno de sentimiento e imperfección. Y subjetivamente te digo que está infravalorado. Otro día me meteré en el rollo de qué pasa cuando se dan los temas de literatura en el instituto a todo correr y sin tiempo a que el alumno se interese por lo que está estudiando, pero te hago un spoiler: que el alumno sale con un puré de ideas mezcladas que no sabe de dónde le vienen. Y claro, así es imposible que los conocimientos se asienten. Y mira, es una pena.

Pero ahora sabes, o recuerdas (o sabes más que yo, lo que es muy probable), que el Romanticismo en realidad te encanta y además te apetece volver a echarle un vistazo a todas aquellas obras de las que te hablaron en el instituto y a las que no hiciste ni caso. Por ejemplo, apuesto a que recuerdas la Canción del Pirata, de Espronceda, el típico ejemplo de poesía, pero yo te recomiendo, por ejemplo, la poesía de William Wordsworth o de William Blake (los escritores ingleses se llaman todos William, como William Shakespeare), o de Edgar Allan Poe (que no es inglés sino estadounidense). En prosa, te recomiendo mucho La Isla del Tesoro de Robert Louis Stevenson, que se lee muy fácilmente y es muy entretenida, y no puede faltar Frankenstein de Mary Shelley, que leí con bajas expectativas y ahora me parece una obra increíble (otro día haré una entrada sobre sus marcos narrativos, que es un tema que me apasiona). Por supuesto que hay muchísimo más que leer, pero yo quería mencionar mis favoritos y hablar de un tema que me gusta mucho sin profundizar demasiado.

Voy a dejar la entrada aquí, pero antes quiero agradecer el apoyo que está teniendo mi cuenta de Instagram: ¡ya somos 400! Estoy súper contenta de haber empezado esta nueva aventura aunque tenga poco tiempo que dedicarle. Pronto traeré la reseña de La Ciudad de las Sombras, que adelanto que me ha encantado. Me despido, pero nos leemos en los comentarios, donde puedes decirme cuál es tu movimiento artístico favorito y por qué es el Romanticismo ;)
¡Hasta la próxima!