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miércoles, 14 de diciembre de 2022

Técnicas narrativas: stream of consciousness

 ¿Os habéis fijado alguna vez en cómo los pensamientos van de un lado para otro sin ningún tipo de orden y en que van de un lado a otro sin parar y que en nuestra cabeza tendemos a repetir y repetir y repetir y dar vueltas a la misma idea y parece que nunca se nos acaban los pensamientos y que en cambio cuando escribimos o hablamos tenemos que poner signos de puntuación y hacer distintas oraciones porque si no sería imposible entendernos porque si no hablaríamos y hablaríamos sin parar y todo sería un caos?

O también podríamos hablar así. Con pausas. Con calma. Con otro ritmo. Uno más calmado. Poniendo los pensamientos en orden. Frenando la corriente de consciencia. Reflejando un tono muy, muy diferente.

o podríamos entrar en una locura en la que el autor nos muestre que realmente está de los nervios porque tiene muchas cosas que hacer tiene que levantarse tiene que hacer la comida tiene que pasear al perro tiene que terminar esa entrega vaya hace un día soleado tiene que darse una ducha no sabe si queda papel higiénico tendrá que ir a comprar quiere terminar ese libro vaya ruido están haciendo los vecinos además tiene hambre y tiene que recoger el coche y tiene que y tiene que y tiene que y está harto de tener que hacer tantas cosas y está harto harto harto

Esto que acabo de hacer (o intentar) se conoce en literatura como "corriente/flujo de consciencia" o "stream of consciousness". Se trata de imitar los pensamientos y sentimientos del personaje de forma más realista y directa. Porque no es lo mismo pensar que hablar o escribir. Cuando escribimos, tratamos de no ser repetitivos, de que haya una armonía en el texto, y cuando hablamos también lo hacemos pero en menor medida porque sí nos permitimos las repeticiones, las pausas, los fallos de concordancia, etc. Cuando pensamos, en cambio, no ocurre eso. Podemos tener una misma frase, palabra o fragmento de canción dando vueltas en nuestro pensamiento durante horas, a veces sin que podamos evitarlo. O simplemente, no pensamos "¡Qué día tan bonito, qué azul está el cielo! Voy a salir a dar un paseo", sino algo más parecido a: "Sol. Calor. Pasear. Me llevo al perro. Al parque.", o quizás a: "No sé si irme al parque. Hace un día bonito pero mejor me llevo la chaqueta por si refresca. La última vez que fui al parque llovió. Vaya, no recuerdo dónde dejé el paraguas. Se lo habrá llevado Juan. Siempre hace lo mismo. Un día tendré que decirle algo. ¿A qué venía todo esto? Ah, sí, el parque."

Hay muchas maneras de reflejar el ritmo de los pensamientos cuando escribimos, y el stream of consciousness es la técnica narrativa que sirve para hacer esto mismo. Aunque no es exclusivo de este periodo, suele relacionarse con los movimientos modernistas de principios del siglo XX por su gran desarrollo. Creo que la mejor manera de mostrar cómo funciona esta técnica es dejaros un fragmento de, por ejemplo, el inicio de la novela Las Olas de Virginia Woolf:

–Veo un anillo –dijo Bernard–, cuelga sobre mí. Tiembla, está suspendido de un bucle de luz.

–Veo una pieza de color amarillo pálido –dijo Susan–, se extiende lejos, hasta que se reúne con una cinta de color púrpura.

–Oigo un sonido –dijo Rhoda–, chipi, chip, chipi, chip, sube y baja.

–Veo un globo –dijo Neville–, cuelga como una gota ante la enorme falda de una colina.

–Veo una borla carmesí –dijo Jinny– trenzada con hilos de oro.

–Oigo un golpe –dijo Louis–. La mano de un enorme animal encadenado. Golpea, golpea, golpea.

–Ved la telaraña en la esquina del balcón –dijo Bernard–. Tiene gotas de agua, gotas de luz blanca.

–Se han agolpado las hojas alrededor de la ventana, parecen orejas puntiagudas –dijo Susan.

–Cae una sombra en el camino –dijo Louis–, parece un codo.

–Nadan en la hierba islas de luz –dijo Rhoda–. Descienden desde los árboles.

–Entre los túneles que forman las hojas brillan los ojos de los pájaros –dijo Neville.

–Los tallos están cubiertos de pelos cortos e hirsutos –dijo Jinny–, se les han adherido gotas de agua.

 Y esto continua así páginas y páginas. No es una novela demasiado larga, pero sí muy complicada de leer porque está estructurada casi exclusivamente sobre los diálogos, o más bien pensamientos, de estos seis personajes. Todo lo que está en el texto es un reflejo directo de lo que sale de la cabeza de estos hombres y mujeres, sin filtro y sin aparente orden ni cuidado, a pesar de que cada palabra sí que está cuidadosamente escogida para que el lector sea capaz de reconstruir qué está ocurriendo o de qué se está hablando en la escena. Yo siempre recomiendo intentar leer libros complicados, pero admito que este es realmente difícil. Si queréis probar, os dejo un pequeño fragmento compartido por la editorial Edhasa aquí.

Es un gran ejemplo sobre esta técnica, pero voy a añadir uno más: el inicio de El ruido y la furia, de William Faulkner, un libro que me parece fascinante y a la vez una tortura al enfrentarse a su lectura:

A través de la cerca, entre los huecos de las flores ensortijadas, yo los veía dar golpes. Venían hacia donde estaba la bandera y yo los seguía desde la cerca. Luster estaba buscando entre la hierba junto al árbol de las flores. Sacaban la bandera y daban golpes. Luego volvieron a meter la bandera y se fueron al bancal y uno dio un golpe y otro dio un golpe. Después siguieron y yo fui por la cerca y se pararon y nosotros nos paramos y yo miré a través de la cerca mientras Luster buscaba entre la hierba.

 Las repeticiones, la aparente falta de signos de puntuación, la ausencia de contexto o de explicación sobre lo que realmente está sucediendo en escena, como dónde están o quiénes son esas personas, todo ello forma parte de la manera que tiene el autor de reflejar cómo ve el mundo el personaje que hace de narrador en esta parte de la historia. Poco después y de forma bastante sutil se revela que la voz narrativa pertenece a un hombre de treinta y tres años con discapacidad mental, y por ello la narración se verá afectada. La novela se divide en cuatro partes con sus cuatro narradores, siendo este el primero, y los demás también tienen sus particularidades. La segunda parte la cuenta un hombre con depresión que de hecho se termina suicidando, por lo que su narración es confusa, llena de discordancias y pesimismo y, hacia el final, lo remata con una total ausencia de signos de puntuación:

Simplemente imaginando los árboles me parecía oír murmullos ocultos oleajes oler el pálpito de sangre caliente bajo la palpable carne salvaje alerta tras los párpados enrojecidos el sátiro desenfrenado parejas copulando apresuradamente dirigiéndose hacia el mar y él debemos permanecer alerta y contemplar por un momento la ejecución del mal mientras no siempre y yo no tiene por qué durar tanto incluso para un hombre de valor y él acaso consideras que eso es valor y yo sí señor usted no y él cada hombre es árbitro de sus propias virtudes tanto si lo consideras un acto de valor como si no tiene más importancia que el acto en sí mismo que cualquier otro acto de otro modo no serías sincero y yo usted no cree que lo digo en serio y él creo que eres demasiado serio para darme motivos de alarma de otro modo no habría hecho falta que te sintieras obligado a decirme que has cometido incesto y yo no mentía y él...

 La tercera parte está narrada por un personaje cínico y amargado, más directo, por lo que su narración es lineal y fría. Y finalmente la última parte cuenta con un narrador externo en tercera persona focalizado en la sirvienta de la familia. Cada voz tiene un estilo, unas particularidades y una corriente de pensamiento diferentes.

Los ejemplos de Woolf y Faulkner son muy diferentes, ya que en este último podemos identificar al narrador de forma diferenciada mientras que en el primero las voces se entremezclan y a veces se separan, como en un coro (de hecho, es una novela coral: varios personajes tienen el mismo protagonismo y peso en sus propias historias). Podría poner muchos más ejemplos, como Proust, Joyce o Plath, pero creo que os hacéis una idea.

Por último, quiero añadir que no hay que confundir la corriente de consciencia con el monólogo interior, a pesar de que suelen ser intercambiables ya que los límites son difusos. El monólogo interior es el reflejo del pensamiento del personaje de forma convencional, mientras que la corriente de consciencia lo lleva al extremo hasta abusar de las interjecciones, las repeticiones, la falta de puntuación y demás recursos. Se trata de dejar que el pensamiento fluya de forma caótica y desordenada, sin dar explicaciones y de la manera en la que alguien realmente pensaría para sí mismo.

Espero que esta entrada haya sido útil para aprender sobre un concepto que a mí me resulta muy interesante, y que incluso os sirva para aplicarlo en vuestra escritura (pero con cuidado, ¿eh? No vayáis a hacer un texto imposible de entender). ¡Nos leemos en la próxima entrada!