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martes, 14 de diciembre de 2021

Hablemos de narrativa breve y de la teoría del iceberg

 ¿Os he dicho alguna vez lo poquísimo que me gusta Hemingway, como autor y como persona? Pues ahora lo sabéis. Y sí, he leído su obra, o más bien parte de ella. Si no lo habéis hecho, no os perdéis mucho, solo un poco de misoginia y un ego muy grande. Pero, por suerte, este hombre del siglo pasado hizo una (única) cosa bien. Vamos a hablar de la Teoría del Iceberg.

Como ya sabréis, Ernest Hemingway fue un escritor y periodista estadounidense del siglo XX, conocido por pertenecer al grupo literario de la Generación Perdida en los años 20 y por su obra de ficción modernista que refleja la época en la que vivió. Tras estudiar su obra en varias ocasiones a lo largo del instituto y la universidad, hasta el último año de carrera no tuve que leer al autor. Entonces leí la novela Adiós a las armas y los relatos cortos Colinas como elefantes blancos, Un lugar limpio y bien iluminado y Gato bajo la lluvia. Fue entonces cuando aprendí algo que me sería útil a la hora de analizar textos, especialmente de narrativa breve. 

La Teoría del Iceberg no tiene mucho misterio ni es nada nuevo, pero fue Hemingway quien la desarrolló y aplicó, y se le atribuye a él. Consiste simplemente en contar toda la información posible en el menor espacio posible. Si puedes usar una frase en lugar de dos, mejor. Si puedes hablar de un tema muy concreto sin llegar a usar la palabra clave y que aún así se entienda bien el mensaje, mucho mejor. El mensaje estará oculto, pero no escondido. Lo que ves en el texto será solo la superficie, la punta del iceberg, y la verdadera historia estará debajo, todo el resto de capas de hielo que no se ve a simple vista. Esto es lo que dijo: 

Si un escritor en prosa conoce lo suficientemente bien aquello sobre lo que escribe, puede silenciar cosas que conoce, y el lector, si el escritor escribe con suficiente verdad, tendrá de estas cosas una sensación tan fuerte como si el escritor las hubiera expresado. La dignidad de movimientos de un iceberg se debe a que solamente un octavo de su masa aparece sobre el agua. Un escritor que omite ciertas cosas porque no las conoce, no hace más que dejar lagunas en lo que describe.

Hay una gran diferencia entre contar y mostrar. Puedes escribir un texto larguísimo en el que cuentas todos los detalles  para asegurarte de que el lector entiende absolutamente todo, y eso está bien. Pero un texto más corto implica elegir: puedes contar todo lo posible con todos los detalles o puedes omitir ciertos detalles en el texto para que sea el lector quien los interprete y crear un texto más compacto pero con más trasfondo.

Esto puede suponer un problema: cómo se puede asegurar el autor de que el lector va a interpretar el mensaje correctamente y no como le apetezca. Lo cierto es que a veces no se puede. Siempre que haya un significado oculto bajo la superficie existirá la posibilidad de interpretarlo libremente. Esto lo expliqué en mi entrada sobre la intención del autor, en la que defendí la libertad del lector de interpretar el texto a su manera pero sin que esta interpretación llegue a pesar más que la auténtica intención del autor.

Vamos con un ejemplo práctico de cómo hacer un relato corto cuyo tema principal está totalmente oculto bajo la superficie del texto, y que solo analizándolo se puede deducir. Os dejo un enlace al texto Colinas como elefantes blancos, el que he podido encontrar fácilmente, aunque la traducción no me convence mucho. Si leéis el texto por primera vez, lo más probable es que no entendáis nada, solo que hay una pareja esperando un tren en una estación y que están discutiendo por algo que no llegan a explicar. No voy a analizarlo en profundidad, pero os explico de qué va en realidad:

Esta pareja se encuentra de camino a Madrid, en el valle del Ebro (¿probablemente en Zaragoza?) y él trata de convencerla de que se someta a un aborto. Ella no lo tiene claro, algo que se muestra explícitamente cada vez que duda: "¿Y si lo hago serás feliz y todo será como antes y me amarás?", "Si lo hago ¿ya no te preocuparás jamás?", "Entonces lo haré. Porque no me intereso en mí." Y también se muestra de forma implícita con sus múltiples alusiones a las colinas y al paisaje: es muy diferente a cada lado del río, un lado es fértil y lleno de vida, y el otro lado es seco, y esto refleja muy bien su indecisión sobre su posible maternidad. Él solo quiere convencerla de que será una operación fácil y de que después volverán a la normalidad, mientras la mente de ella no deja de irse al paisaje que representa sus opciones. El título también nos da pistas, ya que un elefante blanco es tradicionalmente un regalo tan caro de mantener que se vuelve una carga, como el bebé que el hombre quiere evitar a toda costa. También el lugar es muy simbólico, pues una estación de tren siempre es un lugar de transición, de cambios y de tomar decisiones. El final, además, es ambiguo: parece que la chica ha tomado una decisión pero no se nos dice cuál es, y es el lector quien debe interpretarla.

Toda esa omisión de información es de lo que trata la teoría del iceberg. La información está en el texto y es el lector quien tiene que descifrarla. Por poner otros posibles ejemplos y para llevarlo más hacia mi terreno: pongamos, por ejemplo, que yo escribo sobre un personaje femenino que se enamora de una mujer y que en una escena se comenta de pasada que no le importa que un hombre en concreto la vea cambiarse de ropa. Esto puede tener varias implicaciones: puede que simplemente se tengan confianza y por eso no le importa que él la vea, puede que no le importe que cualquiera la vea porque no le da vergüenza, o puede que en el pasado hayan sido amantes o que incluso lo sigan siendo. En cualquier caso, es una información que no es relevante para la trama, pero que se deja intuir. En este caso, yo como autora le estaría dando al lector la libertad de interpretar si esta mujer es lesbiana o es bisexual. Hay una respuesta correcta, pero se omite. Y es totalmente intencionado. 

Cuando yo escribo me gusta dejar algunos cabos sueltos y dejar que el lector los ate si es lo que quiere. Si en algún momento me preguntan por la orientación de dicho personaje, diré que es de libre interpretación, aunque en realidad yo sí sabré cuál es la respuesta correcta. Lo que se especifica en el texto es el canon, y todo aquello que el lector pueda interpretar sin contradecirlo será otra cosa, y por eso puede usar su interpretación como prefiera (para hacer teorías, fanfiction,...). Igual que yo puedo pensar, si quiero, que en Colinas como elefantes blancos la mujer ha decidido no abortar y además dejar a su pareja. Total, no va a venir Hemingway a enfadarse conmigo.

Y ya que hablamos de narrativa breve... resulta que mi ejemplo no era una invención, sino algo que aparece en el relato que voy a publicar este mes con Ediciones Dorna. Así es, aparezco como autora en la antología Misterios entre las olas. Mi relato se llama La venganza del Kraken y va sobre una capitana pirata que busca vengarse. Este viernes 17 habrá un evento en Madrid para hablar de la antología y se revelará la portada entre otros detalles, así que todo el mundo atento. Yo tengo muchas ganas de que podáis leerme.

No voy a hacerme mucha promo en esta entrada porque no es el tema de hoy, pero sí haré una solo sobre esto cuando comience la preventa. Espero que os haya gustado esta entrada y que hayáis aprendido algo. Nos leemos en la próxima, que será una reseña. ¡Hasta pronto!