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sábado, 19 de febrero de 2022

El canon literario... ¿universal?

 ¡Qué curioso me parece que tengamos una serie de grandes obras que todo el mundo conoce! Esas obras de referencia, esos grandes autores que han servido de inspiración a otros a lo largo de la historia y que han llegado hasta nuestros días. Seguro que tienes en mente las típicas listas de "Cien libros que debes leer antes de morir", "Grandes autores que debes conocer", "Treinta clásicos que debes leer antes de los treinta". Porque DEBES leerlos o al menos DEBES conocerlos. ¿Cómo no vas a haber leído el Quijote, aunque no te guste? ¿Qué haces con tu vida si aún no has leído el Ulises, a ver? Pero hombre, ¿de verdad no te has leído los nueve tomos de Historias de Heródoto? Ah, ¿que estás perdiendo el tiempo leyendo fantasía juvenil?

Bueno, por si no queda claro, esa no es mi opinión. Al menos, no del todo. Recientemente he tenido una conversación de este estilo con una persona que defendía a capa y espada las grandes obras de la historia pero despreciaba la literatura juvenil. Y yo no quiero que esta persona me malinterprete, porque entiendo perfectamente su postura y la respeto, pero no la comparto. Mi opinión es más bien la siguiente: se puede leer de todo y disfrutarlo de la misma o de distinta forma. Que sí, que no puedes comparar leer a Joyce y a Rowling, que no tiene nada que ver y que es una experiencia totalmente opuesta. Vale, es cierto, pero eso no quiere decir que no puedas disfrutar de las dos experiencias. La persona de la que os hablo no me creía, y por eso quiero conocer más opiniones sobre esto.

Algo importante que debo añadir es que no desprecio ningún tipo de literatura porque puede tener distintas funciones, principalmente entretener y enseñar. Así que no veo por qué no vas a disfrutar un libro solo por entretenimiento. Pero hay otra forma de disfrutar de la literatura, que es cuando se vuelve un reto, cuando te enfrentas a algo que no pensabas que leerías y, especialmente, cuando descubres que en realidad no era tan difícil. Para mí, hay dos tipos de libros "clásicos": unos serían los que son complejos, largos, aburridos, difíciles de entender, esos que mucha gente conoce pero que pocos se atreven a leer... aquí metería obras muy antiguas como La Ilíada o La Odisea, modernistas como El ruido y la furia o En busca del tiempo perdido... esos a los que podríamos tenerles "miedo", aunque no deberíamos. El segundo grupo contendría libros a los que se les tiene miedo por ser llamados clásicos pero que en realidad no son difíciles y son muy entretenidos, y aquí podría incluir muchos más ejemplos como Frankenstein, Cumbres Borrascosas, 1984, La importancia de llamarse Ernesto, La isla del tesoro, Fahrenheit 451, Romeo y Julieta...

Pero vamos a la parte importante: ¿qué es realmente un "clásico"? Pues es una obra que ha sido capaz de sobrevivir al paso del tiempo y de convertirse en un referente, muy conocida y que se sigue leyendo, analizando, estudiando y enseñando. Es decir, que forma parte del canon literario.

El canon literario es un conjunto de obras que forman parte de la literatura de la alta cultura, por su calidad, originalidad, rasgos formales o temáticos, y que no quedan obsoletas. Se han hecho diversas clasificaciones con las obras que se deben incluir en este canon, y yo no os voy a dar una lista definitiva de increíbles obras que debéis leer antes de morir. No, yo estoy aquí por la polémica. Porque casi cualquiera de las clasificaciones que podéis encontrar del canon literario tiene unas características comunes en sus obras, y no me refiero a esa calidad que seguro que tienen todas, sino a sus autores. Desde los años 60 se ha cuestionado el canon por su alarmante cantidad de "hombres blancos europeos y estadounidenses heterosexuales muertos". Y no es para menos. 

Vamos a ver qué clasificación hace el crítico Harold Bloom en su libro El canon occidental. Bloom hace una lista de 26 autores, aunque en realidad se usan como excusa para hacer un recorrido por la historia de la literatura universal. Estos autores son los siguientes: Shakespeare, Chaucer, Milton, Johnson, Wordsworth, Austen, Dickens, Eliot, Woolf, de Montaigne, Molière, Proust, Goethe, Freud, Kafka, Joyce, Beckett, Dante, Cervantes, Tolstoi, Ibsen, Pessoa, Whitman, Dickinson, Borges, Neruda. Por si no los conoces a todos (normal), lo resumo: 23 hombres, 3 mujeres. 22 europeos, 4 americanos (2 de ellos estadounidenses).

Como se puede ver, estas clasificaciones tienen de todo menos variedad. Y no critico la propia lista, que incluye varios/as de mis grandes favoritos/as. Pero no se puede permitir que lo que consideramos el canon literario esté creado únicamente por críticos "hombres blancos occidentales heterosexuales muertos", porque la clasificación tiende a tener las mismas características que ellos. Y vendrá alguien a decirme que no es por eso, sino por la calidad de las obras, y que qué culpa tienen los hombres blancos de que las mujeres racializadas no hayan escrito grandes obras. Claro que sí.

Solo para investigar un poco más, voy a analizar un par de típicas listas de "100 libros que debes leer antes de morir". Vamos a ver esta de Los mejores libros de la historia: 100 novelas que hay que leer antes de los 40. De 100 libros, 26 son de autoras. Esto ya de por sí está descompensado, pero es que además varios de esos libros repiten autoras: Virginia Woolf está dos veces, Chimamanda también... Así que en realidad hay menos de 26 autoras. Veamos este otro: Los 100 mejores libros de la literatura universal. Pues mucho peor, la verdad: 100 libros, 14 son de autoras. Y atención, porque Woolf sale tres veces, y Austen dos. Así que se nos queda una lista hecha por ABC Cultural en la que poco más del 10% de obras son de autoría femenina. Y no quiero hablar de la (muy evidente) falta de autores/as no occidentales en una lista que se atreven a llamar "universal". Os invito a revisar los libros que habéis tenido que leer para clase y ver si esto también pasa.

Las conclusión es, en mi opinión, que el canon literario es totalmente subjetivo y que merece la consideración justa. No podemos pretender hacer una clasificación objetiva, y menos de algo tan relativo como la calidad literaria. Y por esa razón yo puedo llevar la contraria al canon y decir que El guardián entre el centeno me parece un horror. Ahora bien, hay algo en lo que sí o sí tenemos que coincidir con la clasificación canónica, y es en la perdurabilidad de las obras. Que a día de hoy podamos leer Las Metamorfosis de Ovidio de la misma manera que leemos el último bestseller de Javier Castillo es algo que tiene mucho mérito. En cuanto a si esa perdurabilidad se debe a su calidad literaria o a otras características más relacionadas con el origen o el género del autor, lo dejo abierto a la interpretación.

Solo me queda invitarte a reflexionar sobre cuántas grandes obras habrían podido llegar hasta nuestros días si la literatura no hubiera sido monopolizada por hombres. "Pero es que las mujeres no escriben". Ya, es que imagina lo que habrían escrito si les hubieran dejado escribir. Las hermanas Brontë publicaban bajo pseudónimo masculino, y Virginia Woolf decía que "una mujer debe tener dinero y una habitación propia para poder escribir novelas". No les faltaban ganas o capacidad para escribir, les faltaban medios.

Esta entrada se termina aquí, y solo espero que haya sido útil para entender el canon literario (occidental) y por qué os animo a no tomároslo muy en serio. Leed clásicos, leed libros menos conocidos, leed bestsellers o leed lo que más os apetezca. Pero disfrutad, aprended y abrid la mente a nuevas lecturas. Y dejad un comentario, porque me encantaría conocer más opiniones sobre este tema. Nos leemos pronto.

1 comentario:

  1. Siempre he dicho que leer tiene que proporcionar deleite, bien por lo que nos complace la historia como por el puro placer de aprender; si no disfruto un libro, decido dejarlo: atrás quedaron los días en que terminar una obra solo se resumía en superar un reto. Así que de acuerdo, al canon se le debería dar solo una importancia relativa. En cuanto a las listas subjetivas en las que predominan hombres blancos occidentales, es bueno que alguien, a menudo, nos vaya recordando este problema. En España también muchas mujeres tuvieron que publicar bajo pseudónimos masculinos, perdiendo así su identidad. Nunca me olvidó de María de la O Lejárraga, ausente en las portadas de los libros puesto que en ellos aparece el de su marido, quien obtuvo el reconocimiento y el éxito que no mereció.

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